cabinas de sexo en Bogotá
Aquel martes soleado me quedó el sinsabor del incumplimiento de una cita inasistida y el sentimiento de soledad posterior, el no saber qué hacer en la ciudad…
Algo sin embargo, me decía que debía tomar un camino diferente al que usualmente llevo cuando salgo del mismo lugar.
Veo una venta ambulante y tomo un jugo de naranja ácido y frío que opaca al menos internamente la bochornosa e inusual mañana bogotana.
El dos fue un día muy bueno dice la señora de los jugos, comentándole a una colega, había vendido más de lo habitual porque sólo había abierto su puesto ella y otra compañera.
Por donde camino la incertidumbre en el rostro de mi gente por la reciente decretada nueva cuarentena corroe y carcome la esperanza de que esto algún día termine.
El único tema en todas las paradas, esquina tras esquina es la pandemia y la incertidumbre empieza a apoderarse de todas las conversaciones.
Al mal tiempo buena cara, pienso y sigo, sin cambiar mi ritmo.
Esperando aquella señal, buscando que el destino, o mejor la brújula interna me llevara donde debería estar, con quien debía vivir una experiencia y hacer de ese día algo único.
Mientras camino encuentro agradable aquel sector de la ciudad e intento visualizarme viviendo allí.
En el apartamento que me merezco, lo repito mentalmente, con el carro que deseo…
Contaminado por las improntas del capitalismo que por poco me desorientan y me desvían de la verdad espiritual y de experiencias enriquecedoras.
En el momento exacto que voy saliendo de aquel paradisíaco sector y me interno en uno más popular llega un WhatsApp.
Es nada más y nada menos que mi nuevo amigo Criss.
Un artista de a pie, casualmente el personaje que hace ya algún tiempo había pedido al universo que me presentará, para culminar un proyecto de esos que en teoría se ven perfectos pero que les hace falta protagonistas.
Era eso lo que me tenías preparado destino, con una sonrisa interna y casi inconsciente de satisfacción, verbalizaba en mi mente.
Había llegado la primera ficha del rompecabezas que daría forma a un proyecto, aquel que ni yo mismo sabía dónde nos llevaría.
Con extenso Afro, barba delicada y sexy, uno con noventa y cuatro de estatura y caminar amanerado, era la expresión más diversa de mi querida pero cuadriculada capital.
Solo se trataba de estar atento a Criss, ser paciente, hablar poco y dejar que su impulso me llevara…¡Quiero un cacorro! repetía mientras saciaba su apetito con un arroz chino compartido entre él y otros amigos que lo acompañaban, en el primer comedor improvisado que encontramos. Aquí frente a una iglesia católica y un CAI planearíamos un día de cabinas de sexo en Bogotá.
Una cabina Sw Hetero y Gay a la vez
Procedo y le entrego una guía Gay de la ciudad, le doy la ruta de las cabinas que a esta hora pueden estar funcionando y que tienen gente.
La mira de reojo con prevención y desconfianza y trata de devolverla sin comprometerse, yo sin embargo le digo tranquilo, quédatela.
Empieza el recorrido, andamos solo un poco y damos con Siete Siete.
Una casa en forma de laberinto de tres niveles, con muebles antiguos y rotos, sala de estar y revistas de farándula al ingresar.
Criss parece asustado y sorprendido pero atento a que pase algo.
El administrador nos recibe con efusividad y nos deja pasar a fisgonear, solo por el consumo de unas polas, sin pagar ingreso, pero se altera cuando no regresamos rápido.
Criss adentro había regado su cerveza en medio de la oscuridad y de aquel miedo envuelto en deseo.
El único cliente a esa hora quedó mirándole pero Criss solo pensó que era un celador pues su actitud psico rígida no daba para más.
Es normal en estos lugares, pensé para mí. El deseo homosexual se vive pero no se reconoce.
Se experimenta en todas sus formas pero se trata de ocultar.
La vergüenza muchas veces le corta su vuelo pues se trata de hombres casados, con hijos, nietos o hasta bisnietos y familias muchas veces numerosas y miles de compromisos.
Recordé aquella confesión que escuche detrás de una cabina, de un viejo «verde» que decía que toda la vida había asistido a cabinas en el centro y se las conocía desde los años 80s.
Con la seriedad y el semblante de cualquier hombre de hogar gozosamente jubilado.
Pero era Siete Siete un lugar no sólo de goce homoerótico, recordaba que en algún tiempo yo había conocido a una pareja opita entre 40 y 45 años aproximadamente, que inesperadamente invitó a compartir al mismo administrador del lugar al Laberinto del fondo del segundo nivel.
Ansiosamente quise ver lo que pasaba y mientras el administrador subía sus pantalones y salía, el tipo exacerbado de la arrechera solo me vio curioso y dijo: Que hubo mijo, ¿quiere culiar? Hágale tranquilo, aquí hay condones.
Eso sí nada de oral por el coronavirus pero tranquilo relájese y disfrute.
Los seguí hasta el tercer nivel donde parecía que intentaban probar en todos los espacios.
Allí el tipo no paraba de hablar y de fantasear, le decía a otro mientas mantenían la cópula con su morena caliente: llevémosla al teatro de la séptima y le hacemos una doble y buscamos más gente. ¿Quiere?
El tipo luego de acabar recordó que el viaje de regreso lo tenía en breve. Pagaron cuarenta y cinco mil en cerveza y salieron en medio del sudor y la agitación.
El administrador como si fuese un cliente más los despidió con esmerada diplomacia. «Bueno, que vuelvan»
cabinas de sexo en Bogotá /Primer bar hetero SW gay y Transexual en Bogotá
En nuestra expectante travesía seguimos y encontramos el más tradicional y lúgubre Laberintos de Zeus.
El sitio de morbo Pansexual más icónico de los puteros del centro de la ciudad. Travestis de closet, transgénero y transexuales nos reciben, ah y un administrador extranjero que nos limita el ingreso.
Prefiere que paguemos cover de 10 mil que consumo. Lo olvidamos pues es temprano y solo íbamos por unas polas.
Recordé que Zeus había sido el primer sitio de morbo que me enseñó el campeón y más morboso de todos los morbosos Sw de la ciudad: un taxista divertido con más ganas que presencia, pero con suerte.
Pues siempre lograba del peor escenario hacer la fiesta de alcohol, drogas y putas más extrema.
En este lugar sin embargo se vive la diversidad sin límites, eso sí en el fondo del pozo.
Por casualidad, entre sus clientes consigues una linda pareja, o una linda dama, o un algún personajillo de esos que saben, estudiados o licenciados pero putos.
Lo importante en Zeus no es si eres Hetero, Gay, Trans o lo que seas, lo que vale aquí es dejar los escrúpulos, no por ser putos sino por ser capaces de inmiscuirse en este hoyo.
A Criss no le insistí que bajara en el laberinto pues había dejado de ser aquel inquietante lugar de parejitas traviesas y cacorros varoniles, tal como él lo deseaba, y se había convertido en un putiadero de trans.
Recordé a Alberto un profe Translover (amante de travestis) de Universidad pública que me encontré un día.
Decía: Te cobran por sentarte, porque tienen hambre, porque tienen sed pero no quieren cerveza y un largo etcétera.
Además si vuelves al lugar no puedes mirar otra trans porque te hará la vida imposible la primera que conociste.
Así lo hacía Scarlet , decía el profe, una travesti que comenzó siendo cliente del lugar, pasó a trans de closet y luego ya como Tv full manejaba los hilos del lugar.
Sabia tanto que contaba que el sitio tenia cámaras escondidas en el cuarto oscuro y en mas lugares para saciar el morbo de los dueños.
Conocía además todos los clientes por experiencia propia o voz a voz ya que para todas las chicas nuevas ella era como la madre.
Y cliente que ya no era de su agrado por x o por y lo etiquetaba como enfermo. Les decía a todas sus niñas que el tipo tenía sífilis, gonorrea o sida para que nadie se le acercara.
Con todo lo que me contó el profe y lo que pudimos ver ese día, luego de ser un lugar diverso y divertido con un escenario único de Lgtbi y hetero mezclados sin prejuicios y en paz.
En el escalón más bajo del morbo, Zeus hoy era una cabina-bar más de experiencias desagradables.
Anuncio | |
Si deseas conocer relatos de Fiestas swinger en Bogotá ingresa aquí | |
Cabinas de sexo en Bogotá privadas de internet para Heteros
Por fin hacemos un giro en la ruta y pienso que es el fin del recorrido después de haber salido en la mañana de aquella cita.
Recibimos un volante a la salida de Laberintos de Zeus que dice: Cabinas de proyección de videos. Y nos encaminamos.
Al ir por ello, recuerdo que es un sitio de chicas. Sí, un putiadero con fachada de cabina, bueno como todas las cabinas.
Solo que se refiere a las mieles del ambiente hetero. A lo que mi amigo Criss piensa en voz alta: «que aburrido» y con decisión devolvemos nuevamente la ruta.
Las cabinas para heteros en experiencia previa, eran solamente pequeños y asfixiantes putiaderos.
Un verdadero desafío al ahorro de espacio y al desarrollo de lugares anti espías. Sí tu plan era perderte de la realidad y gozar de un buen rato de charla pola y pasión, por menos de 60 mil pesos te podrías camuflar dos horas.
Y disfrutar además de pasarelas continuas de presentación de siete a doce culos, con el ingreso de cada cliente, mientras una nena te incita a que vuelvas con ella o con otra y pagues más tiempo.
Estas cabinas estaban muy organizadas, empezando por la estratégica ubicación. Había una cabina que tenía su ingreso por un parqueadero y otra por una óptica. Sin letreros, ni banderas, solo una puerta abierta.
Tenían un circuito de cámaras que tenían muy bien controladas sus chicas manteniéndolas libres de astucias, como apropiarse de los clientes.
Además de mantenerlas rotando por otros negocios.
Y si eras cliente o curioso, las cámaras te seguían desde que ponías un pie en la cuadra del negocio hasta que en algunos casos subías 5 pisos sin ascensor y estabas frente a la puerta, allí también había una o varias espiándote.
Sofía, una linda morena vallecaucana del lugar me comentó que el marido de una compañera le llegó alterado al negocio, pero gracias a toda esta invisible pero eficaz estructura lo habían identificado a tiempo.
El tipo llegó y la preguntó con certeza y les dijo a las demás que él sabía que ella trabajaba allí.
Pero todas le indicaron que quizá se había confundido.
Le respondí a Sofi que si yo tuviese una pareja celosa definitivamente elegiría este lugar para un rapidín, pues si me siguiera la vería y tendría el tiempo hasta de crear alguna buena historia.
Cabinas gay en el centro de Bogotá
Al fin llegamos a la cabina que quizá me parecía menos apropiada, más rara y peor ubicada. Es más, ya la había descartado del recorrido pero no hubo opción, estaba allí servida.
Ésta, a diferencia de las anteriores cabinas era estrictamente Gay. La señal es una bandera multicolor en la puerta que siempre permanece abierta.
Y a cambio de lindas féminas y cisgeneros, encontraríamos apuestos y varoniles Afros de todas las edades y uno que otro chico lindo blanco con apariencia de stripper.
Tratamos de entrar y el administrador nos dice que estamos equivocados de lugar. Nuestra actitud y apariencia con swing de chabacanería lo confunde pues todos los clientes habituales del lugar quieren pasar inadvertidos.
En estos lugares si eres Gay te van a gustar estos chicos que pasan como clientes pero que en el momento de la acción te van a pedir una colaboración.
Si eres hetero o bi curioso va a ser un dolor de cabeza. Así lo afirma Héctor, un cliente asiduo del lugar.
Siguiendo y para sorpresa mía este indeseado socavón, sería el más cercano y afín para Criss y allí pasaría lo que tanto esperábamos.
El momento de éxtasis y experimentación profunda. Para mí el fin del recorrido, el comienzo de una alianza, de un equipo.
Para él, ambicioso y decidido, sin escrúpulos ni miedo cuando se trata de sexo, la vivencia con la que parecía que dormiría satisfecho esa noche.
Allí si pasaría algo y como todo lo que mejor pasa sin plan y con hoja de ruta mediocre.
Sexo en Bogota y la promesa cumplida
Las cabinas de sexo en Bogotá eran la promesa no escrita cumplida que cualquier servicio sexual de la ciudad envidiaría ostentar.
Sobre todo aquellos que presumen ser «complacientes», y que en una cabina de manera sutil y silenciosa en el peor de los casos cumples por dos o por tres.
En cuanto a películas pues hay salas especializadas para cada género porno pero también si quisieras sumar experiencias sexuales homo o bisexuales.
El volante no miente y no ofrece nada que no sea capaz de comprobarse.
No te ofrece sexo ni siquiera a probar. Solo te señala el camino: «Proyección de Videos“, el resto lo haces tú.
Como si solo quieres ver una película y auto estimularte o montar una fantasía como la tengas en mente.
En medio de la oscuridad, la ansiedad y el morbo las cabinas de sexo en Bogotá te brindan la experiencia de lo desconocido y de vivir el sexo sin etiquetas ni prejuicios.
Eso sí, al salir caminas como si salieras de cualquier comercio y lo bueno, que te confundes en este. Nadie te va a decir si te encuentra ¿Qué andabas haciendo por aquí?
Al final, y ya a paso lento sin el afán del inicio, seguimos caminando solo un poco más, en el ocaso de una gris tarde capitalina.
Llegó la hora de despedirnos con mi buen amigo, no si antes escuchar la frase con la que cerraría aquella travesía.
Mientras fumaba un cigarro, saciado y pensando en aquella sabrosa experiencia, verbalizó para si mismo pero en voz alta: “me gustan las personas así, que saben lo que quieren… y saben que venimos a una sola cosa al mundo… A culiar»
* Los nombres de los sitios han sido cambiados por razones de contenido editorial.
Deja tu puntuación y comentario si has visitado cabinas de sexo en Bogotá